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Un viaje desde el autismo hasta la adultez




ÁNGEL SALCEDO - Desde que era un niño, el mundo me ha parecido un lugar caótico y abrumador. Las emociones, esas olas incesantes que golpean contra las costas de nuestra alma, se han manifestado en mí con una intensidad arrolladora.

En mi infancia, era como si mis sentidos estuvieran desatados. Los sonidos, los olores, las luces, todo me golpeaba con una fuerza desmedida. Las emociones no eran la excepción. Alegría, tristeza, ira, miedo... cada una de ellas me inundaba por completo, sin darme tiempo a procesarlas o comprenderlas.

Con el tiempo, fui aprendiendo a navegar por este mar emocional. Descubrí que la rutina y la estructura me proporcionaban un anclaje, un faro en medio de la tormenta. Me refugié en mis intereses especiales, encontrando en ellos un universo propio donde podía sentirme seguro y comprendido.

La adolescencia fue una época especialmente dura. Las emociones sociales, tan complejas y sutiles, me resultaban un enigma indescifrable. Me sentía aislado, incomprendido y diferente.

Sin embargo, con la ayuda de mi familia, terapeutas y amigos, fui dando pequeños pasos hacia la madurez. Aprendí a identificar mis emociones, a ponerles nombre y a expresarlas de manera más adecuada.

Hoy, como adulto autista, puedo afirmar que mis emociones ya no me controlan. Soy yo quien las controla a ellas. He aprendido a modularlas, a canalizarlas y a utilizarlas a mi favor.

Mi viaje no ha sido fácil, pero ha sido enriquecedor. He descubierto que mi sensibilidad extrema me permite experimentar el mundo con una intensidad única. He aprendido a apreciar la belleza en los pequeños detalles, a conectar con la naturaleza de una manera profunda y a encontrar la alegría en las cosas simples.

Ser autista no me define, pero sí forma parte de mi esencia. Es una parte de mí que abrazo con orgullo, una parte que me ha hecho fuerte, resiliente y compasivo.

A los niños y jóvenes autistas que me leen, les quiero decir esto: no están solos. El camino puede ser difícil, pero no es imposible. Con el apoyo adecuado y la fuerza interior que todos llevamos dentro, podemos aprender a navegar por el torbellino emocional y encontrar nuestro lugar en el mundo. Recuerden que son seres únicos y valiosos, con mucho que ofrecer al mundo.