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Un viaje a través de la armonía y la felicidad




ÁNGEL SALCEDO - Mi vínculo con la música se remonta a la tierna infancia, cuando un viejo walkman me abrió las puertas a un universo de melodías. 

Los cassettes, repetidos incansablemente, se convirtieron en mi banda sonora personal, revelando una conexión intrínseca entre las notas y mi propio ser. Cada canción se impregnaba en mi mente, transformándose en parte de mi esencia, como un eco resonando en las profundidades de mi cerebro.

A lo largo de mi vida, la música ha sido un refugio inquebrantable, un oasis de paz en medio del torbellino del mundo. Ya sea revisitando canciones que me acompañan desde hace años o descubriendo nuevos tesoros en las vastas llanuras de YouTube, la melodía siempre encuentra un lugar especial en mi corazón. Cada nota me envuelve en un abrazo cálido, disipando las tensiones y el estrés que, como muchos autistas, experimento con frecuencia.

Al igual que las estereotipias, la música me permite crear mi propio universo, un espacio donde mis pensamientos y emociones fluyen libremente. Es ahí, en la intimidad de mi mundo sonoro, donde encuentro la serenidad y la alegría que tanto anhelo. La música me abstrae de la realidad, me libera de las ataduras del mundo exterior y me permite conectar con mi yo más profundo.

Si bien nunca he dominado el arte de tocar un instrumento, la música es un lenguaje que domino a la perfección. Cada canción me habla en un idioma universal, transmitiendo emociones, historias y sentimientos que resuenan en lo más hondo de mi ser. Es a través de la música que me conecto con el mundo, que encuentro un sentido de pertenencia y que me siento vivo.

A todos los artistas que han dado vida a las melodías que llenan mi vida, les expreso mi más profunda gratitud. Su talento y pasión han enriquecido mi existencia de maneras inimaginables. Gracias a la música de mi pasado, presente y futuro, puedo afrontar cada día con una sonrisa, con la esperanza de que nuevas armonías seguirán llenando mi camino de alegría y plenitud.

Sin la música, mi vida sería un lienzo en blanco, desprovisto de color y vibración. Es ella quien ilumina mi camino, quien me impulsa a seguir adelante y quien me recuerda que, incluso en los momentos más difíciles, siempre hay una melodía que puede hacer la diferencia. Es por ello que la música es y será siempre una parte inseparable de mi ser, una fuente inagotable de inspiración, felicidad y esperanza.