El Diagnóstico de Autismo en la Adultez: Un Proceso Complejo y Revelador
ÁNGEL SALCEDO - El diagnóstico de autismo en la adultez es un tema que ha ganado mayor visibilidad en los últimos años, aunque sigue siendo un camino lleno de desafíos y matices. A diferencia de lo que ocurre en la infancia, donde el autismo suele identificarse a través de señales tempranas en el desarrollo, en la adultez el proceso de diagnóstico puede ser más complicado debido a la falta de información, la adaptación a lo largo de los años y la presencia de otras condiciones que pueden enmascarar el autismo.
Muchos adultos que buscan un diagnóstico lo hacen después de años de sentirse "diferentes" o de enfrentar dificultades en áreas como las relaciones sociales, la comunicación o la gestión de emociones. A menudo, estas personas han desarrollado estrategias de afrontamiento que les permiten "camuflar" o "enmascarar" sus características autistas, lo que dificulta que el autismo sea reconocido por profesionales o incluso por ellos mismos. Este fenómeno, conocido como "enmascaramiento" o "camuflaje", es especialmente común en mujeres y personas socializadas como tales, quienes suelen ser diagnosticadas más tarde que los hombres.
El proceso de diagnóstico en la adultez suele comenzar con la autoevaluación o la identificación de patrones que llevan a la persona a cuestionarse si podría estar dentro del espectro autista. Esto puede surgir a partir de información encontrada en libros, artículos, testimonios de otras personas autistas o incluso a través de redes sociales. Una vez que la persona decide buscar un diagnóstico, el siguiente paso es acudir a un profesional especializado, como un psicólogo clínico, un psiquiatra o un neurólogo con experiencia en trastornos del neurodesarrollo.
El diagnóstico en adultos suele basarse en una evaluación exhaustiva que incluye entrevistas clínicas, cuestionarios estandarizados y, en algunos casos, la participación de familiares o personas cercanas que puedan aportar información sobre el desarrollo y el comportamiento de la persona a lo largo de su vida. Herramientas como el ADOS-2 (Escala de Observación para el Diagnóstico del Autismo) y el ADI-R (Entrevista para el Diagnóstico del Autismo) pueden adaptarse para su uso en adultos, aunque su aplicación no siempre es sencilla debido a la falta de datos retrospectivos o a la dificultad de recordar detalles de la infancia.
Uno de los mayores retos en el diagnóstico de autismo en la adultez es la presencia de condiciones coexistentes, como ansiedad, depresión, trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o trastornos de la personalidad. Estas condiciones pueden solaparse con las características del autismo, lo que puede llevar a diagnósticos erróneos o incompletos. Por eso, es crucial que los profesionales tengan una formación específica en autismo en adultos y que realicen una evaluación diferenciada para evitar confusiones.
Recibir un diagnóstico de autismo en la adultez puede ser una experiencia profundamente transformadora. Para muchas personas, significa entender por fin quiénes son, validar sus experiencias y conectar con una comunidad que comparte vivencias similares. Sin embargo, también puede generar sentimientos de duelo por los años en los que no se tuvo acceso a apoyos o comprensión. Por eso, es fundamental que el diagnóstico vaya acompañado de un enfoque empático y de recursos que ayuden a la persona a integrar esta nueva información en su vida.
En resumen, el diagnóstico de autismo en la adultez es un proceso complejo que requiere sensibilidad, especialización y una mirada integral. Aunque aún hay mucho por mejorar en términos de acceso y calidad de los servicios, cada vez más adultos están encontrando respuestas que les permiten comprenderse mejor y vivir de manera más auténtica. Este es solo el primer paso en un viaje de autodescubrimiento y aceptación que, sin duda, merece ser acompañado con respeto y comprensión.